Corrupción en el Sistema de Salud - Anna Viesca Sanchez

La corrupción en el sistema de salud: una herida que aún no cierra – Anna Viesca Sanchez

Hablar de corrupción en el sistema de salud mexicano no es sencillo. Lo he visto desde distintos ángulos: como profesional de la nutrición, como ciudadana y como alguien que cree profundamente en la salud como un derecho, no como un privilegio.
Cada año escuchamos sobre recursos desviados, hospitales sin insumos y programas que desaparecen sin explicación. Pero detrás de esas cifras hay algo mucho más doloroso: vidas afectadas, tratamientos interrumpidos y oportunidades perdidas de prevenir enfermedades que podrían haberse evitado.

Cuando un peso no llega, una vida se pone en riesgo

Cada peso que no llega a donde debería representa una historia truncada.
Significa un niño que no recibe el suplemento que necesitaba, una mujer que no puede acceder a una consulta preventiva o un paciente que se queda sin tratamiento.
La corrupción no solo roba dinero: roba salud, esperanza y tiempo de vida.

He aprendido que los desvíos en el sistema de salud no se sienten en los despachos, sino en las salas de espera, en los consultorios rurales y en los rostros de quienes siguen esperando atención. Y eso, simplemente, no puede normalizarse.

La enfermedad del sistema: la desigualdad

Cuando el sistema se debilita por la corrupción, no todos sufrimos igual.
Quienes tienen recursos buscan atención privada; quienes no, quedan atrapados en una red que se rompe cada vez más. Esa desigualdad es una de las formas más crueles de injusticia.
En México, la salud pública debería ser un punto de encuentro, no una frontera que divida. Sin embargo, hoy sigue siendo un reflejo de las brechas sociales más profundas.

La prevención: la primera víctima del descuido

Como nutrióloga, me duele especialmente ver cómo la prevención suele ser la primera en caer cuando hay corrupción o recortes.
Mientras el sistema se llena de gastos en tratamientos para enfermedades crónicas, seguimos olvidando lo más sencillo, accesible y poderoso: educar, informar, prevenir.
Invertir en prevención no solo ahorra recursos, salva vidas. Pero parece que lo urgente siempre gana sobre lo importante, y eso tiene un costo enorme.

No son números, son personas

A veces se habla de la corrupción como si fuera un tema técnico o político.
Yo prefiero hablar de ética.
No se trata de presupuestos ni de auditorías: se trata de vidas humanas. Cada vez que un programa de salud se detiene, alguien deja de recibir ayuda. Cada vez que se pierde un recurso, alguien pierde la oportunidad de vivir mejor.

Un sistema corrupto no solo falla en su gestión: traiciona su propósito. Y en el campo de la salud, esa traición se mide en enfermedades que no se previnieron y en muertes que pudieron evitarse.

La transparencia como medicina

Creo firmemente que la transparencia no es un lujo institucional, sino una urgencia moral.
Necesitamos sistemas de salud donde los presupuestos sean públicos, donde la gente pueda saber en qué se gasta cada peso y donde los profesionales honestos no tengan miedo de alzar la voz.
La vigilancia ciudadana y la participación social son tan importantes como los avances médicos o la tecnología. Sin ellas, ningún sistema será realmente saludable.

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